Estamos listas para ir a almorzar después de un largo viaje en tren y nuestros anfitriones nos preguntan dónde queremos comer. Todas las que no éramos vegetarianas empezábamos a imaginarnos unas hamburguesas en el Hard Rock Café o cualquier restaurante donde sirvieran la tan prohibida carne. Al final la chica vegetariana responde que lo mejor sería algo neutral y propone ir a Pizza Hut.
Los anfitriones se rascan la cabeza. ¿Cómo llegar a Pizza Hut desde aquí? Luego de unas tres vueltas a la misma calle, llamadas a amigos y paradas de rutina para pedir indicaciones a los transeúntes, nos dicen que mejor iremos a otro lugar donde vende hamburguesas estilo hindú, un lugar de nombre Bembus. La idea no me sonaba muy apetecible, pero ya estábamos algo tarde y el bendito Pizza Hut no daba rastros de vida, así que, todas las no vegetarianas asentimos en silencio para ir a ese local de hamburguesas Bembus. Por una milésima de segundo me sorprendió que el nombre se pareciera tanto a nuestra cadena peruana de hamburguesas, pero era imposible, así que retiré la idea de mi cerebro.
Cuando llegamos lo que vieron mis ojos fue un aviso de neón de color amarillo, blanco y azul con letras grandes que decía “Bembos” Este país que está lleno de tantas sorpresas, muchas de ellas no muy buenas, me mostraba que nada es imposible. No es necesario mencionar que estaba en éxtasis y que mis ojos casi se humedecieron de la emoción. Seguramente muchos de ustedes ya han experimentado esta sensación, pero no está de más decir que cuan más lejos estás de tu país mayor es la emoción.
Después de ingresar y sentarnos todos a comer, expliqué dónde quedaba el Perú, relaté en forma breve nuestra historia y resalté nuestro querido Machu Picchu. La cultura es de suma importancia en esta parte del mundo.
Nuestras hamburguesas han entrado con mucha fuerza a este mercado, y aunque la mayoría no tenga ni idea de dónde queda el Perú --¿será por eso que el panel solo dice “South American Hamburguers”?--, les digo que el lugar se mantiene decentemente lleno y los clientes salen satisfechos.
Como nota aparte, ya que hablamos de comida, quiero reconocer que soy fanática de Gastón Acurio y aplaudo todo lo que viene haciendo. Debo admitir que todo cae por su propio peso, sobre todo cuando las cosas están bien hechas, como ese restaurante La Mar en el cual tuve el placer de saborear mi última cena peruana.
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