Les dejo una GRAN historia de la vida real, la historia es de una gran persona, yo la conozco y es una persona muy honesta, que nunca se ha rendido.
Mi nombre es Pedro Pablo de Vinatea y les quiero contar mi historia, con la que puedo afirmar que el tiempo es nuestro recurso más valioso. Tuve una infancia excelente. Hasta los 9 años todo me había ido muy bien e incluso en algunas excelente. Estaba en un buen colegio y tenía buenas notas. Tenía muy buenos amigos y era deportista. Estaba en la selección de natación de mi club, entrenaba todos los días y, si bien no era de los primeros, estaba en el grupo de los segundos, de vez en cuando ganaba alguna medalla. A los 10 años descubrí un nuevo deporte, el Bádminton. Desde que empecé a jugarlo me gustó tanto que no pude parar. Recuerdo que todo un verano me la pasé jugando con mi hermano todo el día Bádminton. Los entrenadores de la selección, al ver nuestro empeño, nos llamaron. Dimos un par pruebas e inmediatamente entramos al equipo. Mi vida durante los siguientes 4 años fue entrenar todos los días, esforzarme al máximo, viajar para representar a mí país y ganar varios campeonatos. En estos años fui muy feliz. A los 14 años ya había conseguido 5 medallas de oro en campeonatos sudamericanos y en la cabeza solo tenía la idea de seguir y seguir jugando sin parar. Un día entrenando empecé a sentir un dolor medio extraño en la pierna derecha, pero no le di mayor importancia, y es que los dolores son comunes por entrenar tan fuerte.
Al día siguiente en el entrenamiento dicho dolor persistía y paré de entrenar, fui al tópico donde había un especialista en medicina deportiva. El doctor al ver los síntomas que tenía me derivó a una clínica con un especialista en traumatología. Al día siguiente en la clínica me hicieron una biopsia y el resultado fue concreto: tenía un Osteosarcoma, un cáncer muy agresivo que ataca los huesos largos en los niños y adolecentes. Una semana después y habiendo superado el shock de la noticia, me interné para recibir mi primera de seis dosis de quimioterapia preoperatoria. Fue el domingo santo del 2002. Empecé el tratamiento y después de la segunda quimio el tumor se había reducido ligeramente, después de la cuarta había vuelto a crecer y después de la sexta estaba más grande que cuando me lo diagnosticaron. A pesar de que las cosas empezaron a empeorar nunca fui pesimista y siempre estuve convencido de que esto se superaría. Debido a la situación desfavorable, mis papás estuvieron investigando la opción de mandarme a Italia a continuar el tratamiento.
Para fines de agosto mi mamá, mi tía y yo partimos para allá. Uno de los primeros días de setiembre tuvimos una consulta con un cirujano oncológico muy reconocido. Después de 2 horas y media escuchando sus observaciones y opiniones, sugirió que la mejor opción era una amputación inmediata. En ese momento hice un par de preguntas. Yo mismo tomé la decisión y acepté. Mi mamá se encargó de dar la mala noticia acá en Lima. Me operaron y cuando me recuperé me enviaron a otros hospital para continuar con la quimioterapia postoperatoria. El tratamiento fue muy agresivo debido a que la enfermedad ya había avanzado bastante, bajé 20kg de peso durante el tratamiento.
Dentro de todo hubo cosas muy positivas. Muchas personas entre mis amigos de Lima, médicos, enfermeras, nuevos amigos que hice ahí, y desde luego mi familia y mi madre, que estaba a mi lado en todo momento, me demostraban su cariño todos los días y esto me daba mucha fuerza y, sobre todo, me mantenía feliz y optimista. En el pabellón de Oncología todos los pacientes ya nos conocíamos debido a las repetidas idas y venidas para las quimios. Estábamos los que recién empezaban el tratamiento, los que estaban por terminar, los que recaían y los que no la hicieron.
El tratamiento siguió, tuve altibajos (en algunos casos muy bajos), pero finalmente llegó la última quimio. No me sentía muy bien por la quimio, pero mentalmente estaba más fuerte que nunca, había acabado el tratamiento y estaba sano. Cuando terminé de recuperarme empecé a hacer rehabilitación, me dieron una prótesis y tuve que aprender a usarla. Después de ocho meses de quimio y tres de fisioterapia ya estaba listo para regresarme al Perú. Todavía caminaba con muletas, pero iba mejorando. Regresé a Lima el 26 de Julio del 2003.Ese fue el día que mejor recuerdo. Dos días después, el 28 de julio, me reencontré con todos mis amigos del Bádminton. Ese día lo recuerdo aún mejor.
Si bien me encantaba el deporte, el usar una prótesis me impedía jugar como lo hacía antes. Aun así podía ir y bolear un poco con mi hermano, pero ya no podía competir. Un día me propusieron ser árbitro de Bádminton y acepté, de esta manera podía seguir viajando de vez en cuando con el equipo y mantenerme cerca al deporte. Llegué a ser árbitro panamericano de Bádminton. Pero mi principal motivación no era arbitrar. En un campeonato en Brasil, al que fui a arbitrar, un día se me acercó uno de los árbitros, llamado Raúl, que recién había conocido. Me comentó que existía una categoría especial del Bádminton para discapacitados: Parabádminton. Éste se jugaba en Europa y en Asia. Esto me emocionó bastante, pero lamentablemente no tuve la oportunidad de ir debido a los estudios que me demandaban mucho tiempo. Pasó un tiempo y seis meses antes de terminar la carrera, gracias a Raúl, me enteré que en poco tiempo sería el primer campeonato Panamericano de Parabádminton y se iba a jugar en simultáneo con el Panamericano de Bádminton en Brasil.
Esta segunda oportunidad no la desaproveché. Inmediatamente me inscribí, me puse a entrenar. Dos semanas antes de viajar la rodilla de mi prótesis se rompió. Inmediatamente fui donde mi ortopedista e hizo un poco de magia (esa magia que tienen las manos peruanas) y en dos días arregló la prótesis. Pero con la advertencia que no iba a durar mucho. A pesar de no tener una prótesis para hacer deporte, y pese a haber tenido esta inesperada rotura, igual fui al campeonato. Jugué el primer partido después de ocho años. Mis amigos de la selección me alentaron. Gané el primer partido, de igual manera el segundo y esto me permitió llegar a la semifinal. Había un poco más de presión, pero igual la gané. En la final me enfrenté con un brasileño que me ganó. Aprendía bastante de este juego. Él, al igual que yo, usaba una prótesis y hacía varios deportes e incluso tenía su propio patrocinador. Esto me motivó a prepararme para los siguientes campeonatos.
Desde que empecé a jugar Bádminton a los 10 años siempre tuve el sueño de ser uno de los mejores jugadores del mundo, de ir a las olimpiadas y de darle alegrías a mi país. Este sueño se vio interrumpido, pero ahora le dedico gran parte de mi tiempo para retomarlo. Actualmente acabo de adquirir una prótesis especial que me permite jugar Bádminton y he empezado a entrenar nuevamente. Ahora sé que para cumplir mi sueño debo de dedicarle el mayor tiempo posible a lo que más me apasiona: entrenar, jugar partidos y competir.
La historia es excelente, voten por su historia acá:
http://www.historiasdetiempo.com/galeria_historias_detalle.aspx?id=104
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