El niño ve la puerta del cuarto entre abierta y decide pasar. Al hacerlo le dirigen una mirada no muy amigable con la cual empieza a dudar si tomó una buena decisión al entrar. Pero lo piensa y se da cuenta que no pierde nada, que es algo que vive a diario y que esta vez puede salir mejor. Al entrar dice con un tono asustado: "Están pasando uno de tus programas preferidos, acaba de empezar". Al ver las muecas en la cara del receptor se da cuenta que la respuesta iba a ser un poco pasada de tono y así fue, el niño era maltratado verbalmente tras ir feliz a darle una noticia que pensó alegraría al otro, pero lamentablemente no fue así.
El niño pide perdón al sentirse impotente y se va cabizbajo, muy triste y pensando algún día será mejor, debe estar muy ocupado. Llega a su cuarto y se queda pensando en eso, no se da cuenta que tanto pensar en eso le está afectando en muchos otros aspectos, pero es difícil no pensarlo, es difícil sobrellevar tanto dolor. Siente algo extraño como si el corazón le doliera, como si el tiempo pasara y ese deseo que tantas veces hizo fuera algo imposible. Tantos insultos, tantas respuestas de mala gana, tantas veces que fue negado lo han ido marcando. El niño busca un lado positivo, pero se da cuenta que ese lado positivo que siempre busca y encuentra es algo que no existe, que el inventa simplemente para sentirse mejor. Lo malo de todo esto es que cada vez le duele más, cada vez siente que está más lejos de lograr ese anhelado buen trato, ese que deseo muchas veces, que cada vez está más lejos y se acerca más al otro extremo. Un niño que a lo mejor no da todo su potencial porque se le es limitado, porque no lo dejan hacer lo que quiere, porque muchas veces le dijeron cosas que al venir alguien que estima se quedaron en el fondo de el, cosas que hicieron mucho efecto en su forma de pensar y verse a si mismo.
Esta es una historia basada en la vida real, contada por un tercero que me autorizó a escribirla y decidí hacerlo.
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